martes, 24 de marzo de 2009

Reforma Urbana: Apaleo a la Participación

Se encuentra en el Senado, en primer trámite constitucional, el proyecto de ley que modifica la Ley General de Urbanismo y Construcciones. Uno de los objetivos declarados es incrementar la participación ciudadana. Como se verá, ello no es así.

Lo primero que se debe decir es que el Proyecto de Ley trata de una forma muy pobre la participación ciudadana, que no es una concesión sino que es un derecho fundamental consagrado expresamente en la Convención Americana de Derechos Humanos, en la Carta Democrática de la OEA y en la Constitución Política de la República (“…el derecho a participar con igualdad de condiciones en la vida nacional”, “Chile es una república democrática” “la igualdad ante la ley” y en “la libertad de expresión”).

De los enunciados normativos antes indicados se puede desprender que un adecuado tratamiento legislativo del derecho a la participación, es un imperativo constitucional e internacional.

Digo lo anterior, porque resulta extremadamente importante que el parlamento reflexione adecuadamente sobre esta materia, en las que muchas veces se habla de participación ciudadana, pero se la entiende más como una concesión que como un derecho, y no se le señala como un derecho humano.

El proyecto considera solamente la existencia de audiencias públicas, en circunstancias que en materia de participación ciudadana existen una innumerable cantidad de modelos de gestión y administración de la misma, que pueden ir desde lo local (charrettes, talleres – workshop - participativos, audiencias públicas, etc.) hasta herramientas que se refieren al sistema de la ciudad como un Pacto Urbano, pasando por Pactos Territoriales. Es decir las herramientas de Participación Ciudadana son más potentes que las pobres audiencias públicas planteadas en el proyecto de ley.

En definitiva, el proyecto de ley opta por una de las muchas herramientas que se utilizan (o mal utilizan) en lo que algunos llaman participación ciudadana, pues entendiendo que el derecho a participar es un derecho humano, no se la puede reducir a una mera audiencia. Por ello lo que la ley debe consagrar son estandares o requisitos generales que debe cumplir el proceso de participación, y que debe ser: a) temprana, b) en todas sus etapas, c) financiada, d) no discriminatoria; y e) vinculante en algunos casos.

Personalmente no creo en el estado de asamblea permanente, pero sí es posible que por medio de las diferentes herramientas se puedan establecer verdaderos consensos entre las autoridades propias de la democracia representativa (alcaldes, concejales, parlamentarios), autoridades administrativas y la comunidad, incluyendo a los grupos de interés. Estos acuerdos son más sencillos cuando ha sido producto de una convocatoria amplia, efectivamente difundida, y el proceso de participación ha sido real, efectivo. El ciudadano tiene sentido común, conocimiento y con el proceso participativo se “empodera”, y como es una persona que “vive” su territorio, generalmente propone soluciones razonables.

Como he dicho, el proyecto se juega por: la audiencia pública. En rigor ese instrumento no es real, y ¿por qué?, porque no supone la existencia de un proceso, sino que es solamente una convocatoria, nada más, y con el agravante de un plazo exiguo de 15 días para formular observaciones ¿Cómo los ciudadanos, que normalmente son voluntarios, pueden hacer planteamientos interesantes con ese plazo y sin haber vivido con antelación un proceso de aprendizaje? Para participar responsablemente y no vociferar en asambleas, es necesario que la participación ciudadana se entienda como un proceso en el cual el ciudadano se informa y aprende, para luego hacer sus planteamientos en forma responsable. Es impresionante ver como en los procesos de participación comunitaria, las personas crecen y se entusiasman con la res – publica.

Legislar sobre participación ciudadana es una responsabilidad mayor, porque pone sobre relieve la actuación en la cosa pública. A una asamblea deliberativa o audiencia pública, se debe llegar luego de un proceso, pues de lo contrario ocurre lo que muchas veces pasa, la discusión de acalora, y la irracionalidad campea. El proceso deliberativo debe buscar la racionalidad, entendida ésta como la producción de una síntesis en que las esperanzas, visiones, sentidos, ideas de las personas quedan plasmadas en un acuerdo, en un consenso. Ello se obtiene con procesos que crecen en complejidad, pero que sus resultados son espectaculares.

El proceso deliberativo urbano no se puede terminar en los instrumentos de planificación urbana: se debe extender a la canalización de los conflictos urbanos que nacen en procesos de construcción de infraestructura (carreteras, cárceles, plantas de tratamiento de aguas, etc.) o bien de proyectos inmobiliarios (torres de altura o aquellos mal llamados conjuntos armónicos), que también requieren procesos participativos, no pueden ser ejecutados a espaldas de quienes viven la ciudad, y esto no se regula en el proyecto o no se va a discutir, lo cual es grave.

Por lo anterior, creo que es un deber del Senado reflexionar esta legislación desde una perspectiva más compleja, más rica, que profundice la democracia. Es, por tanto, deber del Ejecutivo no presionar con urgencias el trabajo legislativo.

Federico Allendes S.

martes, 10 de marzo de 2009

Evolución Mercado Inmobiliario Residencial


Venta Viviendas Gran Santiago

A diciembre del 2008 las cifras entregadas por la Cámara Chilena de la Construcción muestran un progresivo ajuste del mercado, con una caída del 22% en relación con las ventas acumuladas de viviendas durante el 2007. Es de esperar que este 2009 sea un año con menores ventas aún que el 2008, con un incierto futuro por delante dado que la crisis todavía está en pleno desarrollo.

Marcelo Bauzá
Dinamia

Planificación Estratégica de la Ciudad

En cuanto a la temática urbana, pienso que tal vez la actual coyuntura mundial, pueda ser también una oportunidad para, en nuestro caso y en nuestro medio, reflexionar sobre la problemática urbana, la ciudad que tenemos, la ciudad que se construye día a día, no solo o más allá del negocio inmobiliario. Además de las dimensiones y escalas de los proyectos urbanos, se encuentra también la temporalidad; es decir, el a menudo enfrentamiento entre visiones de corto plazo muchas veces asociadas a la actividad inmobiliaria o a ciertas decisiones políticas de corte oportunista y las visiones de mediano-largo plazo, que normalmente están asociadas a alcanzar ciertas metas u objetivos de desarrollo urbano, social, económico y que en principio debieran corresponder a los actores públicos responsables del desarrollo territorial, y así como también a operadores privados con emprendimientos inmobiliarios de largo aliento. En esta visión podría situarse la denominada "planificación estratégica de ciudades". Aquí surge un debate intenso y no menor, entre las posturas que definen a las fuerzas del mercado como el actor, si no único, sí principal, descartando o incluso rechazando de plano el concepto mismo de planificación. Por su parte, los que defienden la idea que el mercado no es un fin en sí mismo, sino que un medio para alcanzar ciertos objetivos, plantean que es posible establecer ciertas líneas de desarrollo estratégico, con los mecanismos de verificación, monitoreo, retroalimentación necesaria para no perder la brújula e introducir sobre la marcha, los ajustes que se vayan requiriendo. Lo anterior, se entiende, sin perder el norte, ni lo que le dá un sentido a la acción emprendida, articulando al efecto las alianzas que resulten posibles y necesarias, lo que no significa que no pueda requerirse de la toma de decisiones que choquen con determinados intereses. De algún modo, las experiencias europeas, algunas latinoamericanas y norteamericanas, podrían inscribirse en esta línea. En este debate, ¿en que pié estamos nosotros? ¿Existe(n) realmente una(s) visión(es) de desarrollo urbano territorial de mediano-largo para Santiago? Me refiero a una visión razonada, no solo a las imágenes de tipo prospectivo que circulan en función del accionar del mercado y de los agentes inmobiliarios y empresariales involucrados en ciertos grandes emprendimientos, los cuales, por muy espectaculares que sean, no implican necesariamente que estén contribuyendo a construir una mejor ciudad para el conjunto de la sociedad.


Gustavo Carrasco Pérez
Municipalidad de Santiago

El Muro

Una calle cualquiera en Santiago Centro. A la izquierda, casas de dos pisos de más de 100 años de antigüedad con sus paredes pintadas de varios colores, con puertas y ventanas de madera todas distintas y llenas de macetas con flores que invitan a mirar y recrearse en un paseo por la historia. A la derecha un edificio recién entregado de más de 20 pisos que termina en un muro ciego de hormigón de más de 6 metros de altura donde no aparece ni una sola ventana, ni un solo ornamento y mucho menos un “gesto urbano” que lo integre con su entorno. Toda una oportunidad perdida, junto con la escala de la calle que ahora aparece fracturada e inconexa.

La historia del muro sin alma se repite interminablemente por muchos de los barrios de nuestra ciudad, dejando a su paso un mensaje de desolación, de desapego, de falta de generosidad para con la historia, el presente y el futuro. Al igual que otros como el famoso muro de Berlín, estos muros separan y dividen a los nuevos residentes de los antiguos, no agregan sino que son mudos testigos de una falta de comprensión de las enormes posibilidades perdidas de integrar al pasado, rescatando y poniendo en valor la vida que de a poco se va evaporando de las calles en las nuevas zonas residenciales en densidad de Santiago… aunque podría ser cualquier ciudad de Chile donde se repite al infinito este modelo insensible del mal llamado desarrollo.

Tres elementos son claves para la venta de todo producto inmobiliario: el producto, la fuerza de venta y la publicidad. Los dos últimos siempre pueden ser modificados y mejorados durante el proceso de venta, el primero no. Un producto mal concebido es una carga que debe arrastrar la inmobiliaria durante un largo período, aquel que comienza cuando empezamos a venderlo y que por ahora, es similar al de la mayoría de los proyectos con los que compite ya que son los menos los que entienden que esto va mucho más allá del diseño de departamentos funcionales. Consumidores cada vez más exigentes y con una gran variedad de opciones ya no solo se fijan en un buen precio sino que han comenzado a considerar otras variables en su decisión de compra: la calidad de las terminaciones, la densidad del conjunto, la forma en que el proyecto se integra con su entorno, las posibilidades de servicios y equipamiento que entrega y la belleza de su arquitectura por solo nombrar a las principales. Lo asombroso es que a pesar de todos los años en que la ciudad viene desarrollándose a un ritmo vertiginoso todavía no se tome conciencia plenamente que la época de satisfacer con bienes básicos a una demanda abundante esta llegando a si fin, que ahora importa más que nunca comenzar a trabajar para grupos específicos de consumidores, que son todos distintos, que tienen necesidades particulares y que demandan más atención en la definición y construcción de lo que les vamos a ofrecer.

Seth Godin, especialista en marketing, decía que existen dos factores críticos para poder diferenciarse y vender: un excelente diseño y tener presente que lo seguro es peligroso. Tratar de seguir produciendo departamentos y casas con un diseño básico y para un consumidor medio es, en una palabra, “suicida”. Ha llegado el momento de que hagamos el salto hacia una ciudad de clase internacional, en la que a cada grupo de consumidores se entreguen bienes concebidos para satisfacer sus necesidades y deseos, en la que los edificios dialoguen en harmonía con sus vecinos y la calle para mantener vivo el espíritu urbano de los que la soñaron y siguen soñando como un lugar donde vale la pena vivir.

Marcelo Bauzá
Dinamia

La Belleza como Estrategia

¿Qué es la belleza? Uno la reconoce cuando la ve, eso es seguro, pero ¿qué es?. Resulta ser que la belleza es un atributo evolutivo de gran relevancia. Un organismo necesita invertir energía para ser bello, como lo demuestra el hecho de que es imposible encontrar una piel saludable en un animal enfermo, principalmente porque mantener una piel atractiva es muy “caro”. Así, un ciervo enfermo no es tan espectacular como uno sano o un chimpancé deforme no será tan agradable como uno sin ese defecto. Como resultado, la mayoría de las criaturas evolucionan en sus definiciones de belleza de modo tal que puedan asimilarse a las de aquellas del grupo que son más sanas.

Los seres humanos han adoptado estas estrategias de “atracción” como una norma cultural. Conozco una mujer que va a gastar casi 3 millones de pesos en peluquería durante el 2009 (esto es como 60 mil pesos semanales), lo que implica que industrias completas puedan basar su negocio en gente que gasta tiempo y dinero en conseguir belleza física temporal. Existen edificios que construyen lobbies de acceso que raramente usan y enormes atrios con grandes ventanas y mucho espacio vacío que no tiene ninguna utilidad. Es un desperdicio, es muy caro y es hermoso. Es hermoso porque lo hermoso es caro.

Pero detengámonos un momento y pensemos sobre la relación que existe entre lo “caro” y lo “bello”. ¿Usted hace algo bello?. Puede ser la forma en que escribe cartas en manuscrito o lo que le agrega de extra a un producto, aún si esto no es eficiente. A veces la eficiencia puede también ser hermosa, pero solo cuando toma mucho esfuerzo adicional conseguirla. Los productos ordinarios casi nunca son bellos y los productos austeros pueden serlo únicamente cuando se ha invertido realmente esfuerzo en concebirlos de esta manera.

Nuestra preferencia por la belleza se hace evidente aún en aquellas personas con menos sensibilidad ya que todos somos consumidores de belleza y tratamos a la gente y productos en forma diferente cuando pensamos que estos son bellos. La razón por la cual la gente y las organizaciones invierten tanto tiempo en belleza es porque lo bello siempre es más rentable. Así por ejemplo, un proyecto con buenas terminaciones, materiales armónicamente combinados y buena volumetría es más bello y genera mayor preferencia, aunque sea más caro de producir.

Parece ser verdad que esta condición de bello implica cierto tipo de escasez ya que cuando todo el mundo la tiene, deja de existir esta cualidad (los bebes son hermosos porque el tiempo que dura esta etapa es muy corto… es un efecto temporario que está garantizado), lo que nos lleva a concluir que la belleza no solo es una condición física sino una señal de exclusividad, algo que no todos tienen. En cualquier caso, invertir en que nuestros proyectos sean bellos solo puede traer mejores resultados, más aún en un mercado donde la mayoría de los consumidores son cada vez más exigentes y donde el precio ya no es un factor de diferenciación.

Marcelo Bauzá
Dinamia